Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 13

LOS BIÓGRAFOS DE SATANÁS

Sin percatarse de que trabajaba a favor de sus enemigos, los espiritualistas y espiritistas, permitió la Iglesia unos veinte años atrás que Des Mousseaux y De Mirville hiciesen la biografía del diablo, confesando tácitamente con ello su colaboración en la tarea (34). Sin embargo, los espiritistas franceses han de quedar eternamente agradecidos por una parte a estos dos escritores católicos que, tomando por prueba los fenómenos psíquicos, tratan de demostrar la existencia del diablo, y por otra parte al ex ministro de Luis Felipe, el conde de Gasparin, que basado en las mismas pruebas se propone evidenciar lo contrario. Con ello tendremos demostrada por unos y otros, sin lugar a duda, la existencia de un invisible universo espiritual poblado también de invisibles entidades. De los documentos históricos escudriñados en las bibliotecas, destiló la quinta esencia de las pruebas incontrovertibles. Desde Homero hasta nuestros días, todas las épocas han brindado selectos materiales de investigación a estos infatigables escritores que, al afirmar la autenticidad de los prodigios operados por Satán inmediatamente antes de la era cristiana y durante la Edad Media, dieron sólida base al estudio de los fenómenos psíquicos en los tiempos modernos.

A pesar de su apasionado e irreductible entusiasmo, representa Des Mousseaux el papel de demonio tentador o “serpiente del Génesis”, como gusta de llamar al diablo, pues en su afán de achacar al espíritu maligno toda manifestación psíquica, concluye por demostrar que el espiritismo y la magia no son nuevos en el mundo, sino antiquísimos gemelos, cuya cuna mecieron los primitivos tiempos de India, Caldea, Babilonia, Egipto, Persia y Grecia. Demuestra Des Mousseaux la existencia de los espíritus angélicos y diabólicos con tan auténticas e irrefutables pruebas históricas, que muy pocas podrán añadir los autores que le sucedan (35). Seguramente que Des Mousseaux y De Mirville tuvieron a su libre disposición los inagotables recursos literarios de la biblioteca del Vaticano y otras no menos nutridas (36), donde se conservan centenares de valiosísimos tratados de ciencias ocultas, que tan sólo pueden consultar los privilegiados concurrentes a la biblioteca del Vaticano. De todos modos, las leyes de la Naturaleza lo mismo rigen para el hechicero pagano que para el taumaturgo católico, quienes, sin la menor intervención de Dios ni del diablo pueden operar los llamados “milagros”.

Apenas empezaron los fenómenos psíquicos a llamar la atención de Europa, cuando el clero clamó diciendo que el eterno enemigo reaparecía en ellos con nombre distinto. Al propio tiempo, se oía hablar también de milagros o fenómenos “divinos” en oposición a los diabólicos. Al principio, los milagros fueron obra de individuos de condición humilde, que a su decir los efectuaban por obra de la Virgen María, de los santos o de los ángeles. En cambio, también hubo quienes, según el clero, quedaron obsesos y poseídos del demonio, con quien, por lo visto, ha de compartir Dios la fama de su poder. Pero al advertir que, no obstante todas estas precauciones, iban en aumento los fenómenos psíquicos con amenaza de quebrantar los tan cuidadosamente forjados dogmas teológicos, quedaron las gentes sobrecogidas de asombro (37).

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