Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 25

EL DOGMA DE LA REDENCIÓN

Con la misma facilidad podemos descubrir en el paganismo la raíz del dogma cristiano de la redención, pues las últimas investigaciones científicas declaran el origen gnóstico de esta fundamental enseñanza de una Iglesia que durante siglos se creyó edificada sobre inconmovible roca. Sin embargo, aunque Draper (93) afirme que el dogma de la redención apenas se conocía en tiempo de Tertuliano, pues lo definieron los herejes gnósticos, conviene advertir que no fue éste su primitivo origen, como tampoco cabe atribuirles la paternidad de los conceptos de Christos y Sophia, ya que el primero lo copiaron del Rey Mesías (94) y la segunda del tercer sephirote de la Kábala caldea (95). Además, los gnósticos compartían muchas ideas de los esenios, quienes tuvieron sus Misterios mayores y menores dos siglos por lo menos antes de nuestra era. Se denominaban también los esenios isarim (iniciados), y descendían de los hierofantes de Egipto, donde florecieron durante algunos siglos hasta que los misioneros del rey Asoka les persuadieron a adoptar el monaquismo budista. Últimamente se incorporaron a los primitivos cristianos; pero sin duda fueron anteriores a la profanación y ruina de los templos egipcios en las sucesivas invasiones de persas y griegos. Ahora bien; muchos siglos antes de los gnósticos y aun de los esenios, profesaban los hierofantes egipcios el dogma de la redención, simbolizada en el bautismo de sangre, cuya virtud no consistía en reparar la “caída del hombre” en el Edén, sino que era sencillamente expiatorio de las culpas pasadas, presentes y futuras de la ignorante y, sin embargo, mancillada humanidad. Al arbitrio del hierofante estaba ofrecerse él mismo en holocausto por la raza humana en el altar de los dioses con quienes esperaba reunirse, o bien sacrificar una víctima animal. En el primer caso, dependiente por completo de la libérrima voluntad del hierofante, transmitía éste en el supremo trance del ¡nuevo nacimiento” la “palabra sagrada” al iniciado, quien al recibirla había de herir con su espada de sacrificador al hierofante (96). Tal es el origen del dogma cristiano de la redención.

En verdad que muchos Cristos hubo antes del que recibió este nombre; pero murieron desconocidos del mundo tan sigilosamente como Moisés en la cumbre del Nebo (sabiduría oracular) después de la imposición de manos en Josué, que de este modo quedó “henchido del espíritu de sabiduría” o, lo que es lo mismo, iniciado.

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