Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 139

LAS ÉPOCAS DIVINAS

Leemos en el primer libro de Manú:

Sabed que mil épocas divinas (71) forman un día de Brahma, y que la noche es igual al día.

Al terminar la noche despierta el durmiente Brahma, y por la energía de su propio movimiento emana de Sí mismo el espíritu que en su esencia es y sin embargo no existe.

Instigado por el deseo de crear, el Espíritu emanado da comienzo a la Creación y engendra el éter a que los sabios atribuyen la propiedad de transmitir el sonido. Del éter nace el aire (72) perceptible por el tacto y necesario para la vida.

La luz procede de una modificación del éter.

La luz y el aire engendran el calor; y del calor nace el agua, matriz de todo germen viviente.

En el dilatadísimo período de 4.320.000.000 de años, el éter, el aire, el agua y el fuego (calor) forman incesantemente materia densa a impulsos del Espíritu divino, que llena la creación entera, pues está en odo y todo está en Él (73).

El Sepher Yetzireh o libro cabalístico de la creación, repite las palabras de Manú, pues dice que la Esencia divina, eterna, ilimitada y absoluta emanó de sí misma el Espíritu.

Uno es el Espíritu del Dios vivo, ¡bendito sea Su nombre!, que vive eternamente. Voz, Espíritu y Palabra; tal es el Espíritu Santo (74).

Ésta es la abstracta Trinidad cabalística tan sin reparo antropomorfizada por los Padres de la Iglesia. De esta trina Unidad emanó el Cosmos, según los cabalistas. Del Uno emanó el número Dos o Aire (elemento creador). del Aire emanó el número Tres o Agua; y del Agua emanó el número Cuatro o Fuego, constituyendo en conjunto el Arba-il o cuaternario místico (75).

Dice el Zohar:

Cuando el “Oculto en lo oculto” hubo de manifestarse, trazó primero un punto (76) revistióle de forma sagrada (77) y lo cubrió de la rica y espléndida vestidura que llamamos mundo (78).

Añade el Sepher Yetzireh:

Sirvióle el viento de mensajero y el llameante fuego de operario (79).

Este pasaje da a entender el carácter cósmico de los ángeles posteriormente considerados como seres purísimos, y denota asimismo que el Espíritu anima todo átomo del universo.

Es interesante la analogía que con este pasaje del Sepher ofrece el siguiente de San Pablo:

Asimismo sobre los ángeles dice: el que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama de fuego (80).

La analogía es demasiado viva para que dejemos de inferir que el apóstol de los gentiles estaba tan familiarizado con la Kábala como suelen estarlo los adeptos.

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