Capítulo 143
EL ALMA SEGÚN PLATÓN
Platón dice:
El alma es un principio capaz de actuar por sí mismo. Es anterior a todas las cosas porque fue engendrada antes del cuerpo, y de conformidad con la naturaleza dirige, mueve y gobierna el cuerpo. El alma alienta en todo cuanto se mueve, y también alienta en los cielos. Por lo tanto, el alma dirige todas las cosas en tierra, mar y cielos por sus propias actuaciones, que son: querer, considerar, cuidar, consultar, opinar, alegrarse, apesadumbrarse, confiar, temer, odiar, amar, juntamente con todos aquellos movimientos primarios que a estos otros acompañan... El alma es una diosa, y aliada con el nous, que es un dios, disciplina correcta y felizmente todas las cosas; pero si se alía con annoia, obra contrariamente en todo (125).
La escuela platónica coincidía con la budista en considerar negativa o inactiva la Esencia no manifestada. El mismo criterio regía en el concepto de la aniquilación. Según la escuela budista, cuando el espíritu llega al nirvana pierde la existencia, pero conserva la esencia, es decir, deja de manifestarse objetivamente, pero sin detrimento de la subjetividad. Este concepto equivale a la nada absoluta desde el punto de vista objetivo; pero desde el punto de vista subjetivo resulta como nada perceptible por los sentidos.
Estas citas, aunque algo prolijas, eran necesarias para demostrar, con mayor eficacia que toda otra argumentación, la coincidencia de las antiguas escuelas filosóficas con las enseñanzas de algunos Padres de la Iglesia, a pesar de que, según dice Laboulaye respecto de Gautama, “no estuvieran iluminadas por la luz de la revelación”. Sin embargo, tanto la filosofía griega como la teología cristiana deben al budismo y al induísmo sus elevados conceptos sobre el alma, el espíritu y la incognoscible Divinidad. no es, pues, extraño que los maniqueos, al advertir la identidad de las doctrinas budista y cristiana, tuvieran a Jesús por reencarnación de Gautama e identificaran a Cristo con Manú (126).
Jesús exponía las antiguas enseñanzas induístas al predicar la necesidad de apartarse del mundo y sus vanidades para entrar en el reino de los cielos (nirvana), donde “no se casarán los hombres ni las mujeres serán dadas en matrimonio, sino que vivirán como los ángeles”.
Por otra parte, Pitágoras también siguió la doctrina de Gautama al afirmar la identidad esencial del espíritu humano con Dios, y que para unirse al espíritu había de pasar el alma por sucesivos estados (127), durante cuyo proceso el thumos volvía a la tierra y se separaba el phren. Así es que la metempsícosis de Pitágoras, debidamente interpretada, era una serie de estados de experiencia y prueba disciplinaria con descansos en los refugios celestes (128) para educir la mente concreta y desligar al nous del phren (129).
Los escandas o residuos kármicos personifican metafísicamente las buenas o malas acciones que encarnan, por decirlo así, en un cuerpo sutil (130) que refleja el carácter moral del hombre durante su vida terrena.
La conciencia individual (ahankara) robustecida por la acción, es indestructible, pues como emanada de la Conciencia divina (soplo de Dios) no puede morir. De aquí los sufrimientos del hombre en cada encarnación, hasta que desecha todo pensamiento, deseo y pasión terrestres.
Veamos, pues, que los cuatro misterios de la doctrina budista han sido tan torcidamente interpretados como la sabiduría a que alude San Pablo al decir:
Esto no obstante, entre los perfectos hablamos sabiduría..., la que está encubierta..., la que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo (131).