Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 174

SAN JUAN Y LOS HEREJES

El apóstol San Juan da a la herejía carácter delictuoso en los siguientes pasajes:

Porque muchos impostores se han levantado en el mundo, que no confiesan que Jesucristo vino en carne. Este tal es impostor y anticristo (132).

Y en la Epístola primera enseña a los fieles la doctrina de las dos Trinidades como los nazarenos, pues dice:

Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son una misma cosa.

Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres son una misma cosa (133).

Se infiere de todo esto que el cristianismo oficial de la época de Constantino derivó de las numerosas y antagónicas sectas del primitivo, que a su vez nacieron de padres paganos. En la doctrina ortodoxa se resumieron las de sus diversos componentes, porque como todo dogma nuevamente forjado había de discutirse y votarse en los concilios, cada grupo contribuyó con su peculiar matiz a la coloración del conjunto que Constantino erigió oficialmente en religión revelada, aunque sin entender de ella ni una sola palabra, supuesta la escasa disposición de las gentes para practicar la verdadera religión de Cristo. Así es que fatigados los teólogos de bucear en aquel insondable piélago de especulaciones metafóricas de las diversas naciones, e incapaces de concebir una religión basada en la pura espiritualidad, entregóse el cristianismo en brazos de la fuerza bruta representada en el poder civil, con cuyo apoyo se estableció la iglesia oficial. Por este motivo no hay en la iglesia romana más que un dogma enteramente original: el de la condenación eterna; y una costumbre también original: el anatema. Los paganos miraron uno y otra con horror, según se infiere de aquel pasaje de Plutarco en que instigada la sacerdotisa de Atenas a maldecir a Alcibíades por haber profanado los Misterios, se negó diciendo que era sacerdotisa para orar y bendecir y no para maldecir (134).

Expone Renán sobre el asunto de que vamos tratando:

La investigación cuidadosa nos demostraría que el cristianismo es en su mayor parte un zurcido de retazos de los Misterios paganos, y este carácter tuvo el primitivo culto de los cristianos. El régimen interior de la Iglesia, los grados de iniciación, el compromiso de sigilo y buena porción de frases del ritualismo eclesiástico patentizan su filiación pagana... A primera vista parece que la revolución debeladora del paganismo rompió absolutamente con el pasado; pero lo cierto es que la fe de las gentes salvó del universal naufragio los símbolos más populares. La influencia del cristianismo fue al principio tan escasa en los usos y costumbres de la vida, que hacia los siglos IV y V había infinidad de gentes de las que no hubiera podido decirse si eran cristianos o paganos, pues fluctuaban vacilantemente entre ambas formas cultuales... El arte, que constituía una parte esencial del paganismo, no hubo de romper en la nueva religión con ninguna de sus tradiciones, pues el primitivo arte cristiano no es ni más ni menos que decadencia del arte pagano. El Buen Pastor de las catacumbas es copia del Aristeo o del Apolo Nornio que se ve en los sarcófagos paganos tañendo la flauta de Pan entre las semidesnudas figuras de las cuatro estaciones. En las sepulturas cristianas del cementerio de San Calixto aparece Orfeo amansando a las fieras, y las figuras de Cristo y María, en substitución de las de Júpiter y Proserpina, acogen a las almas que Mercurio conduce con su varilla (psychopompos) ante los tres hados. En muchos monumentos del primitivo cristianismo aparecen Pegaso, símbolo de la apoteosis; Psyche, símbolo del alma inmortal; la Victoria, el río Jordán y el cielo, personificado en un anciano.

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