Capítulo 103
LOS GNÓSTICOS Y LOS APÓSTOLES
De todo esto se infiere que los gnósticos eran mucho más cultos que los apóstoles y estaban mejor versados en la doctrina caldea y aun en los mismos dogmas de la religión judía; al paso que la ruda ignorancia de los apóstoles les llevaba a valerse en las discusiones de dicterios tan soeces como “bestias brutas”, “marranos”, “perros” y otros denuestos tan prodigados por Pedro.
De entonces a ahora esta agresividad ha llegado a las cumbres de la jerarquía sacerdotal, pues no obstante haber dicho el Fundador del cristianismo que todo aquél que llamare “raca” a su hermano, reo es de pecado, todos los jerarcas romanos, desde el pescador de Galilea hasta los opulentos pontífices del día, porfiaron en zaherir cáusticamente a sus adversarios de tal modo que, por último, se revuelve Lutero contra ellos exclamando:
Todos los papistas son borricos. Tanto da que estén cocidos, asados, fritos, desollados o en jigote. Siempre serán borricos.
Por su parte, Calvino calificaba a los católicos de “perros malignos, cuyos insolentes ladridos corrompen el sentido de las Escrituras”. El doctor Warburton tilda de “farsa impía” la religión papista, y en cambio, Dupanloup asegura que el culto sabatino protestante es la “misa del diablo”, de la que todos los clérigos de la secta son “ministros ladrones.
La misma ignorancia y torcido espíritu de investigación movió a la Iglesia cristiana a conferir a sus lumbreras títulos pertenecientes a los gnósticos, como por ejemplo, cuando a Pablo le llaman vaso de elección, sobrenombre propio del heterodoxo Manes (171).
Lo mismo ocurre con las invocaciones a la Virgen María, copiadas de las religiones egipcia e induísta, según demuestra el siguiente cuadro sinóptico: