Capítulo 117
LA CABALÍSTICA SHEKINAH
La Esencia primaria se manifiesta por medio de su sabiduría y emana el Logos inteligible cuyo cuerpo es el universo visible. Los ofitas simbolizaban la sabiduría en figura de serpiente. Vemos, por lo tanto, que el primero y segundo hombre, o sean los dos Adanes, personifican la primera y segunda vida. Adam Kadmon es andrógino y en él subyace la Eva espiritual no nacida todavía, así como en el segundo Adam está la Eva de carne a que el Génesis llama madre de todos los vivientes.
Desde el instante de su primera manifestación, desaparece de la escena activa la Sabiduría incomprensible (63) y queda tan sólo Shekinah (64), la novena emanación de Sephira (65) correspondiente a la tercera serie de sephirotes y aspecto femenino de Malchuth o Reino. Es superior a sus compañeros si se le considera como la “divina gloria”, “velo” o “vestidura” de En-Soph. El Targum de los judíos la llama gloria de Jehovah que se manifestaba en forma de nube sobre el propiciatorio del Sancta Sanctorum.
En la teogonía de los nazarenos bardesanianos, que podemos considerar como una Kábala dentro de otra Kábala, el Anciano de los Días (Antiquus Altus) lleva el nombre de Abatur (66) (Segunda vida) y es padre de Fetahil (Tercera vida), el Demiurgo o arquitecto del universo visible, quien para crearlo se vale de los genios auxiliares que actúan bajo las órdenes de su jefe supremo. Estas dos vidas superiores son la morada de Ferho (67), la Primera vida, invisible y sin forma, “existente desde antes de que criatura alguna viniese a la existencia” (68) y en quien reside el viviente espíritu de suprema gracia. Los dos son UNO desde la eternidad y son también la Luz y la causa de la Luz. Por lo tanto equivalen a la sabiduría oculta y a la oculta Shekinah o Espíritu Santo de los cabalistas.
“La Luz manifestada es la vestidura del Oculto en los cielos”, dice Idra Suta.
Nadie conoce sus senderos excepto el Macroprosopus (Larga Faz), el supremo Dios activo (69).
Por su parte dicen los rabinos:
No quiero que me lean como estoy escrito. En este mundo escribirán mi nombre Jehovah y lo leerán Adonai (70).
Por mediación de la andrógina naturaleza de Adam Kadmon, a un tiempo padre y madre, el Espíritu del Anciano de los Ancianos se infunde en el Microprosopus (Faz Corta) o Adam del Edén (71).
Cuando se desdoblan de Adam Kadmon los dos aspectos masculino y femenino en las dos distintas personalidades de Adam y Eva, se repite la alegoría, pues ambos Adanes se enamoran de su belleza y de aquí el mito de la tentación y la caída. Coinciden cabalistas y ofitas en este punto. Los ofitas representan a Ophis y Ophiomorphos en figura de serpientes y simbolizan en el primero la Eternidad, la Sabiduría y el Espíritu (72), mientras que el segundo personifica la astucia, la envidia y la materia. Espíritu y materia están simbolizados en serpientes. Adam Kadmon equivale al Ophis que incita al hombre y a la mujer a que prueben el fruto del “Árbol del Bien y del Mal” con propósito de enseñarles los misterios de la sabiduría oculta. La Luz tienta a las tinieblas y las tinieblas atraen a la Luz, porque las tinieblas son la materia y “la suprema Luz no brilla en sus tinieblas”. Con el conocimiento sobreviene la tentación del Ophiomorphos que al fin prevalece. La caída del hombre simboliza el dualismo de todas las religiones, según se advierte en el siguiente pasaje:
Y Adán conoció a Eva, su mujer, la cual concibió y parió a Caín diciendo: ... ... ... (Kiniti ais Yava). He adquirido un hombre por Dios (73). Cum arbore peccati Deus creavit seculum.