Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 154

EL NÚMERO DIEZ

Para desentrañar el verdadero significado del nombre IAO y comprender por qué era el de la suprema y misteriosa Divinidad, hemos de inquirir su origen en la simbología de los pueblos primitivos y beber en las fuentes más antiguas. Los Libros de Hermes dicen que “el número DIEZ es la madre del alma y que le están unidas la vida y la luz; porque el número uno nació del espíritu y el número diez nació de la materia (33). La unidad engendró el diez; el diez engendró la unidad” (34).

Tres métodos hay para descubrir el sentido cabalístico de las letras, palabras y frases, conviene a saber: el gemántrico, el temúrico y el atbáquico.

El primero, cuyas reglas da la gemantria, es esencialmente aritmético, y consiste en aplicar a las letras de una palabra el sentido numeral, tanto por su configuración geométrica como por su significado particular. El método de la themura se vale del anagrama para descubrir el sentido de una palabra, y así vemos que dos siglos antes de la era cristiana, el rabino Akiba llamaba al UNO el espíritu del Alahim de las vidas (35). Además, los más antiguos diagramas cabalísticos representan los diez sephirotes por ruedas o círculos y por una columna derecha el hombre arquetípico (Adam Kadmon), y así dice el rabino Akiba: “Ruedas y serafines y las santas criaturas”.

El tercer sistema de interpretación cabalística, el athbach, consiste en disponer las letras del alfabeto par a par en tres filas, de modo que todos los pares de la primera fila valgan numéricamente diez. En el sistema de Simeón ben Shetah (36), el par superior, el más sagrado de todos, va precedido del 10 pitágorico. Tenemos, por lo tanto, que el nombre IAO, tal como aparece en las inscripciones, está compuesto del número diez en su significado literal con interposición de la letra A, o sea el alfa y el omega de las cifras del sistema decimal, que encierran en profunda alegoría el concepto de la Causa primera tal como se lo forjaron los pueblos primitivos, esto es, como creadora Divinidad andrógina manifestada en sus obras, cuyo aspecto masculino era el invisible y vivificador espíritu y el femenino la madre naturaleza.

Esto entendido, echaremos de ver que IAO significa etimológicamente “Aliento de Vida”, simbolizado en la A colocada entre el principio masculino erecto en el I y el principio femenino representado en la forma oval del o.

Según ya hemos dicho, el sánscrito as significó primitivamente “respirar”, y después por extensión “vivir” o “existir”. Sobre esto, dice Max Müller que de as se derivan asu (soplo) y Asura, nombre antonomásico d la Divinidad, en la acepción del que alienta, o mejor todavía, el que infunde aliento (37). En lengua hebrea ah y iah significan vida. Cornelio Agripa en su tratado: Preeminencia de la mujer, pone de manifiesto la analogía entre el nombre de Eva y el simbólico Tetragrámaton, inefable nombre de la Divinidad. los nombres antiguos estuvieron siempre relacionados con las cosas significadas, y por lo que se refiere al de la Divinidad, resulta clara la insinuación de loa cabalistas judíos acerca de la interposición hebrea de la letra H si se tiene en cuenta que “Abram la tomó de su mujer Sarah y la puso en medio de su propio nombre”. Puede objetarse que no está averiguado todavía en qué época aparece por primera vez el cero en los manuscritos e inscripciones de la India; pero de todos modos, el caso en cuestión ofrece indicios lo bastante vehementes para determinar la probabilidad. Según Max Müller, las palabras cipher (guarismo) y zero (cero) eran sinónimas, y demuestran la filiación arábiga de nuestras cifras o caracteres numerales (38).

La palabra cifra deriva de la árabe cifron que significa vacío, y a su vez arranca por traducción del vocablo sánscrito synya que quiere decir nada. Los árabes tomaron de la India los signos de la numeración y nunca se atribuyeron su descubrimiento (39). En cuanto a los pitagóricos, nos dice Boecio en su Geometría, compuesta en el siglo VI, que las cifras pitagóricas (40) empezaban en el 1 y terminaban en el 0. Además, asegura Porfirio apoyado en el Moderatus pitagórico (41), que los guarismos de este filósofo eran símbolos jeroglíficos por cuyo medio expresaba los conceptos referentes a la naturaleza de las cosas.

Pero si en los más antiguos manuscritos de la India no se encuentran indicios de la notación decimal, pues Max Müller sólo descubrió en ellos las nueve iniciales de los nombres sánscritos de las cifras, tenemos las pruebas necesarias en la imaginería sagrada de los templos. Sabemos que Pitágoras aprendió en la India, y así lo confirma Max Müller al decir que los neopitagóricos enseñaron a griegos y romanos la numeración cifrada de los indos, que aplicaron a la tabla llamada pitagórica. De esto se infiere que, aunque los neopitagóricos conocieran todo el sistema antes de la fundación de Alejandría (42), el propio Pitágoras conoció tan sólo nueve cifras. Que los neopitagóricos conocieron las diez cifras, nos lo demuestra el siguiente pasaje de Aristóteles:

Algunos filósofos opinan que las ideas y los números son diez en conjunto y de la misma naturaleza unas y otros (43).

Basta esto para convencernos de que la escuela pitagórica conocía la notación decimal cuatro siglos, por lo menos, antes de J. C., pues Aristóteles no parece atribuir su invención a los neopitagóricos.

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