Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 90

PRIMITIVA COSMOGONÍA CRISTIANA

Pero volvamos al sistema cosmogónico de los genuinos cristianos primitivos.

Después de haber producido a Ilda-Baoth (67) sufrió muchísimo Achamoth por su contacto con la materia, hasta que, al cabo de vigorosos esfuerzos, escapó del cenagoso caos. Como no conocía el Pleroma, o región materna, llegó al espacio intermedio y desprendióse de las partículas materiales adheridas a su naturaleza espiritual. Entonces levanta una recia muralla entre el mundo mental y el mundo físico, por lo que Ilda-Baoth resulta ser el “hijo de las tinieblas”, el creador del mundo pecaminoso o aspecto físico del mundo. A ejemplo de Bythos, emana Ilda-Baoth de sí mismo, y a su propia imagen, seis entidades astrales reflejo una de otra, pero más tenebrosas a medida que se distancian de su progenitor, con el cual se distribuyen las siete regiones dispuestas escalonadamente a partir del espacio intermedio, donde está la región de su madre, Achamoth, hasta la tierra o séptima región. Así tenemos que Ilda-Baoth y sus seis emanaciones son los espíritus de las siete esferas planetarias, en cuyo último término está la tierra. Los nombres de los siete espíritus planetarios son: Ilda-Baoth, Jove o Jehovah, Sabaoth, Adonai, Eloi, Uraios y Astaphaios (68). Los cuatro primeros (sin contar el de Ilda-Baoth) corresponden indistintamente al “Señor Dios” de los hebreos (69); y los dos últimos son los genios del fuego y del agua en la cosmogonía nazareno-ebionítica.

Pero Ilda-Baoth (70) no era entidad puramente espiritual, sino que, ambicioso y soberbio, desdeñó la espiritual luz del espacio intermedio que su madre Achamoth le ofrecía, y quiso crear un mundo a su semejanza. Auxiliado por sus seis hijos, los genios planetarios, creó al hombre; pero fracasó en su obra, porque el hombre aquél era un monstruo sin alma, ignorante, que se arrastraba por el suelo como una bestia. Entonces Ilda-Baoth implora el auxilio de su madre espiritual, quien le transmite un rayo de divina luz, con el que anima al hombre material. Dotado así de alma, obedece al impulso de la luz divina y se eleva más y más, hasta trascender la imagen de su creador Hilda-Baoth y mostrar semejanza con Ennoia, el Hombre arquetípico. Henchido por ello de rabiosa envidia, Ilda-Baoth estalla en animosidad contra su criatura, y clavando la emponzoñada vista en el abismo de la materia, reflejóse la pasión en ella como en un espejo, con tal intensidad que del abismo surgió Satán (71), cuya espiritual inteligencia está entremezclada de odio, envidia, falacia y lo más vicioso, ruin y grosero de la materia (72).

Más y más despechado Ilda-Baoth al ver la progresiva perfección del hombre, crea los reinos mineral, vegetal y animal con todos sus malos instintos y viciosas cualidades; pero impotente para abatir el árbol del conocimiento, que medra en cada una de las regiones planetarias, se resuelve a separar al hombre espiritual protectora, y le prohibe comer el fruto del árbol por temor de que descubra los misterios del mundo superior. Pero Achamoth, que protegía y amaba al hombre por haberle animado, envió a su propio hijo Ofis en forma de serpiente para inducir al hombre a comer del fruto del árbol. Y en cuanto el hombre quebrantó tan injusto y egoísta mandato, se capacitó súbitamente para comprender y abarcar los misterios de la creación.

Gracias a este conocimiento, formóse el hombre de su propia mitad espiritual y material una compañera. Ilda-Baoth se vengó de la primera pareja humana encerrándolos en una mazmorra de carne, indigna de su naturaleza, donde todavía están esclavizados. Pero Achamoth, que seguía protegiendo al hombre, estableció entre él y la mansión celeste una corriente de divina luz para su iluminación espiritual.

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