Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 89

ANTAGONISMO ENTRE PEDRO Y PABLO

A su vez, el apóstol Pedro, no desligado de las prácticas judías y partidario de la circuncisión, prometía a sus catecúmenos la resurrección a una vida futura, si observaban la ley, aunque ninguno de ellos tenía más idea de la resurrección que la expuesta por los fariseos, pero negada por los saduceos.

La animosidad de Pedro (54) contra Pablo dificultó su apostolado, siendo así que hubiera podido convertir a gran número de paganos sin noción alguna de la vida futura, y a no pocos judíos, tanto de los que creían en la resurrección predicada por los fariseos, como de los pertenecientes a la escuela escéptica y materialista de los saduceos. Esto explica el escaso éxito que el cristianismo obtuvo entre las clases cultas y aristocráticas, según demuestra la historia eclesiástica, pues oían de labios de Pedro lo contrario de lo que decía Pablo, y vacilaban entre uno y otro, sin saber de qué parte estaba la verdad y la inspiración divina.

Decía Pablo:

Echa fuera a la sierva y a su hijo, porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.

Y así, hermanos, no somos hijos de la sierva sino de la libre, con cuya libertad Cristo nos hizo libres.

Mirad que os digo yo, Pablo: que si os circundidareis, Cristo no os aprovechará de nada (55).

En cambio, Pedro exclamaba:

Porque hablando palabras arrogantes de vanidad...

Prometiéndoles libertad siendo ellos mismos esclavos de la corrupción, porque todo aquel que fue vencido queda esclavo del que lo venció.

Y si después de haberse apartado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de Nuestro Señor y Salvador, enredados de nuevo en ellas son vencidos... mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que después de conocerlo volver las espaldas a aquel mandamiento santo que les fue dado (56).

¿Qué quiso significar Pedro con esto?

No podía aludir a los gnósticos, pues no les había sido comunicado el santo mandamiento, como a Pablo, ni como éste habían prometido el término de la esclavitud. Por otra parte, Pablo repudia la antigua alianza simbolizada en Agar, y Pedro la confirma. Pablo previene a las gentes contra las potestades y dignidades (57), mientras que Pedro las acata y amenaza a quienes las desacaten. Por último, Pedro prescribe la circuncisión, y Pablo la proscribe.

Con el tiempo, el episcopado de la nueva religión fundió en un molde artificiosamente dispuesto todas estas contradicciones, falsedades, amaños, supercherías e invenciones, cuyo caótico conglomerado se puso a cubierto de todo análisis y escrutinio merced a los terribles anatemas que contenían la curiosidad del lego so pretexto de sacrilegio y profanación de los Misterios divinos. Desde entonces se sacrificaron millones de vidas humanas en nombre del Dios de las misericordias, hasta que la Reforma se declaró contra Pedro a favor de Pablo. Pero por una extraña paradoja, el apóstol que abominó de la antigua ley de esclavitud, que dejó a la discreción individual observar o no el sábado y que repudió el dogmatismo anterior a San Juan Bautista, sirve de modelo y guía al protestantismo, que apoyado en la antigua ley con más tesón que los mismos judíos, mostró mayor intolerancia, fanatismo y espíritu persecutorio que la sinagoga rabínica.

Pues entonces, podemos preguntar nuevamente, ¿quiénes fueron los primitivos cristianos? Indudablemente los ebionitas, según opinan los más sagaces críticos, entre ellos el autor de la Religión sobrenatural, quien dice:

No cabe duda de que las Homilías clementinas fueron escritas por un gnóstico de la secta de los ebionitas, cuyas doctrinas asumieron un tiempo la más pura forma del cristianismo (58).

Y precisamente los ebionitas eran discípulos y continuadores de los primitivos nazarenos o gnósticos cabalistas, como se colige de los siguientes pasajes:

Es natural que los nazarenos admitieran también la doctrina de los eones, pues fueron instructores de los ebionitas y estos conocían dicha doctrina (59).

Ebión tenía las ideas de los nazarenos, las fórmulas de los corintios (quienes atribuían a los ángeles la creación del mundo) y el nombre de cristianos...

Nazarenos y ebionitas se unificaron por último, y contagiándose recíprocamente su malicia, decidieron que Cristo era de semilla de hombre (60).

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