Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 152

CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU

El alma inferior ha de purificarse por la desintegración de sus partículas groseras antes de identificar su pura esencia con el inmortal espíritu; pero los traductores de los Hechos de los Apóstoles y de las Epístolas, así como los comentadores de los libros budistas, han desnaturalizado las respectivas doctrinas de Gautama y de Jesús, interpretando torcidamente el significado del Reino de los cielos y del Reino de la justicia. Los autores cristianos alambicaron de tal modo la palabra ....., que para ellos fueron sinónimos alma y espíritu, con grave extravío de los lectores de la Biblia, al paso que los orientalistas no comprendieron la verdadera significación de los cuatro grados del dhyâna budista.

San Pablo reconoce en la entidad humana tres principios: cuerpo, alma y espíritu, correspondientes a las respectivas naturalezas física, psíquica y espiritual. Es muy explícito San Pablo al hablar de la anastasis o supervivencia después de la muerte corporal. Dice que el hombre tiene cuerpo psíquico de substancia corruptible, y cuerpo espiritual de substancia incorruptible (114).

También el apóstol Santiago especifica el alma, diciendo:

Porque esta sabiduría no es la que desciende de arriba, sino terrena, animal y diabólica (115).

Platón al hablar del alma (psyché) que cuando se identifica con el espíritu (nous) actúa recta y felizmente; pero que se extravía cuando se une a la naturaleza inferior (annoia). Pablo llama espíritu al principio que Platón denomina nous y Jesús llama corazón lo que Platón entiende por carne. Los griegos llamaban ..... (muerte) a la condición natural del género humano, y ..... (vida) a la condición regenerada. La primera estuvo en Adam y la segunda en Cristo, quien señaló a la humanidad el sublime sendero de la Vida eterna, como Gautama había señalado el del Nirvana. Ambos instructores indicaron un solo medio de lograr el fin: el colectivo ejercicio de la pobreza, la castidad y la contemplación, con desprecio de los bienes y goces ilusorios de este mundo.

Así dijo Gautama:

Entrad en esta senda y desvaneced vuestro pesar. Verdaderamente señalé el Sendero para arrancar los dardos del dolor. Vosotros mismos habéis de esforzaros en el logro, porque los budas tan sólo son predicadores. Quien entra en el Sendero queda desligado del impostor (116).

Y añadió Jesús:

Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición... Y todo el que oye estas mis palabras y no las cumple, semejante será a un hombre loco que edificó su casa sobre arena... Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos (117).

No puedo yo de mí mismo hacer cosa alguna (118).

Vemos, pues, la analogía entre las enseñanzas budistas y cristianas, pues así como los cuidados del mundo y el apego a las falaces riquezas sofocan la palabra divina, así es preciso que el budista desvanezca toda ilusión para entrar en el Sendero por donde, lejos del revuelto mar de la vida, llegue a la tranquila ciudad de la Paz, a la verdadera dicha y bienaventuranza del Nirvana.

En parecidos yerros caen los traductores demasiado eruditos al traducir a los filósofos griegos, cuyo misticismo estropean hasta la confusión. Ejemplo de ello tenemos en que con toda evidencia derivó Anaxágoras del egipcio NOUT (119) la palabra nous (... ...) para denominar el espíritu universal (... ...), diciendo: “Todas las cosas estaban en el caos cuando Nous las puso en orden”. También llamó Anaxágoras Nous al Uno que gobierna a muchos. Según Anaxágoras, Nous es Dios, y el Logos era su emanación humana. Las facultades externas perciben los fenómenos por medio de los sentidos; tan sólo Nous es capaz de abarcar el noumeno o causa del fenómeno. No es preciso señalar la filiación puramente budística y esotérica del sistema de Anaxágoras en que culminó la escuela jónica, continuada con nuevas orientaciones hacia el conocimiento interno, por Pitágoras, Sócrates y Platón.

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