Capítulo 147
SECTAS CRISTIANAS
No es nuestro propósito escribir la historia de estas sectas, sino tan sólo compararlas con las que posteriormente derivaron del cristianismo, para demostrar con auxilio de los hechos lo injusto de las imputaciones lanzadas contra ellas y contra los estudiantes de la ciencia secreta.
El flujo de los tiempos engulló una tras otra las primitivas sectas cristianas, excepto una que todavía sobrevive en su primitiva integridad y sigue enseñando la doctrina de su Fundador y atestiguando su fe con multitud de obras. Las movedizas arenas en que se agostaron los demás vástagos del cristianismo fueron terreno de firme raigambre para la secta a que nos referimos. Arrojados de su patria, se refugiaron en Persia los directos descendientes de los discípulos del Bautista, que residieron en las orillas del Jordán, donde su jefe bautizaba a cuantos creían en el enviado de Dios. Forman hoy una población de más de treinta mil almas, y aunque se les llama impropiamente “cristianos de San Juan”, les cuadraría mejor su antiguo nombre de nazarenos o por lo menos el moderno de mendeanos; pero en modo alguno cabe llamarlos cristianos en el sentido latino, pues no creen que Jesús fuese Cristo ni en su mediación redentora ni aceptan el Nuevo Testamento ni adoran al Jehovah bíblico. Por lo tanto, cabe inferir que Juan el Bautista, fundador de la secta, tampoco adoraba a Jehovah, y no debiera figurar en los relatos bíblicos ni en el santoral romano. Si el Dios de los nazarenos era Ferho y el Bautista un enviado de Dios, es decir, de Ferho, debió bautizar y predicar en nombre de Ferho. Ahora bien; si Juan bautizó a Jesús, lo bautizaría seguramente con arreglo a su doctrina, y en consecuencia, también creería Jesús en Ferho o Faho, como los nazarenos le llamaban, según hemos de inferir del silencio que guarda Jesús acerca del nombre del “Padre”.
No parece disparatada la hipótesis de que el nombre Faho es una de tantas corrupciones dde la palabra Fho o Fo, como los chinos y tibetanos apellidan a Gautama, que en el Nepal es más conocido por Fo que por Buda. El Mahavânsa demuestra que en el Nepal se difundió muy tempranamente el budismo, y la historia nos dice que durante el siglo I antes de J. C. abundaban en Siria y Babilonia los monjes budistas (1), y que el supuesto caldeo Budaspo estableció la secta de los sabianos o bautistas (2).
Ya expusimos en líneas generales el credo religioso de los bautistas, almogtasilas o nazarenos, de cuyo Código hemos entresacado no pocos pasajes. Perseguidos de muerte, se unieron a los nestorianos, por lo que se les confundió con estos en la común denominación de cristianos, hasta que se les deparó ocasión favorable de recobrar su colectiva personalidad, sin retener el calificativo de cristianos, a pesar de que los consideran los autores eclesiásticos por herejes cristianos, con el deliberado propósito de invalidar cuanto en sus enseñanzas revele el carácter del primitivo cristianismo.
Sin embargo, esta secta, tan olvidada por los investigadores, es un fertilísimo campo de exploración exegética, pues no cabe duda de que su doctrina religiosa, inalterada en el transcurso de los siglos, la profesó San Juan Bautista, cuyas manos derramaron las aguas del Jordán sobre la cabeza de Jesús, a quien se confesó indigno de desatar la correa del zapato. Además, Jesús era, según la carne, primo hermano de Juan, y en el momento del bautismo se abrieron los cielos y el Espíritu de Dios descendió en figura de paloma sobre el bautizado, al propio tiempo que una voz exclamaba desde lo alto: “Éste es mi Hijo el amado, en quien me he complacido” esto supuesto, ¿cómo han de ser herejes los nazarenos contemporáneos, cuyas creencias en nada discrepan de las de su maestro Juan?