Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 12

HIPOTÉTICA SITUACIÓN DEL INFIERNO

Muchas y muy ingeniosas hipótesis se han expuesto sobre la situación del infierno, pero la más conocida es la que lo coloca en el centro de la tierra. Sin embargo, la intromisión de los científicos en este punto suscitó algunas dudas que turbaron la plácida fe en tan consoladora creencia, pues, como advierte Swinden, contra ella se oponen tres principales razones, conviene a saber:

1.ª Que no es posible que en el centro de la tierra haya suficiente combustible para mantener un fuego siempre vivo.

2.ª Que se necesitaría abundancia de oxígeno para alimentar la combustión.

3.ª Que puesto la tierra ha de tener fin como astro, no puede ser eterno el fuego que ha de consumirla (30).

Pero tal vez Swinden ha olvidado en su escepticismo, que hace siglos resolvió San Agustín esta dificultad diciendo que, no obstante las apariencias en contra, el infierno está situado en el centro de la tierra, pues Dios provee milagrosamente el aire necesario para mantener el fuego siempre vivo (31).

Los cristianos fueron los primeros en dar carácter de dogma religioso a la creencia en el diablo, y desde entonces se ha visto precisada la Iglesia a luchar contra la misteriosa fuerza que, por conveniencia propia, achacaba al diablo. Pero las manifestaciones de esta fuerza propenden a quebrantar la creencia en el diablo, gracias a la incompatibilidad entre los efectos y la supuesta causa, porque si el clero no ha podido medir debidamente el verdadero poder del diablo, forzoso es confesar que este archienemigo de Dios encubre muy hábilmente su carácter de príncipe de las tinieblas, cuya perpetua ocupación es poner asechanzas a los hombres (32).

No obstante, lo que más teme el clero es verse precisado a soltar la argolla con que viene agarrotando a la humanidad. No consiente que por el fruto se conozca el árbol, porque habría de someterse a enojosos dilemas, ni tampoco quiere confesar, como confiesan las mentes libres de prejuicios, que los fenómenos psíquicos han convertido y mejorado a más de un escéptico empedernido. Pero, según el mismo clero reconoce, ¿de qué serviría el Papa si no existiera el diablo?

Sin duda, por esto envía Roma a sus más hábiles plumas y lenguas en socorro de los que están en peligro de hundirse en el “insondable abismo”, aunque nadie declara explícitamente el mandato (33).

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