Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 115

PASAJES DE SALOMÓN

La traducción canónica de dicho pasaje dice así:

El Señor me poseyó desde el principio de sus caminos, desde el principio, antes de que criase cosa alguna... Caundo Él preparaba los cielos estaba yo presente... con Él estaba yo concertándolo todo... (35).

Estos pasajes carecen de sentido sin explicación cabalística.

Con el Yo de la citada sentencia significa el rey sabio su propio Ego o divino espíritu efundido del eterno manantial de luz y sabiduría, el universal espíritu de la Divinidad.

El hilo de la gloria que deshilvana En Soph desde la suprema cabeza cabalística por medio del Adam primitivo al través del cual “relucen todas las cosas”, simboliza el Ego humano. Así dice Salomón:

... me deleitaba cada día en su presencia... Regocijándome en la redondez de la tierra; y mis delicias estar con los hijos de los hombres (36).

El Ego se regocija en los hijos de los hombres porque sin el espíritu no habría más que la dualidad vida-forma en que cuando en demasía grosera y material no puede infundirse el ego. Por esto mismo dice Salomón:

Hijo mío (el hombre dual), guarda mis palabras y esconde dentro de ti mis preceptos. Guarda mis mandamientos y vivirás (37).

Tal como suelen los teólogos interpretar este capítulo parece como si se refiriera a Cristo el Hijo de Dios cuando dice que quien le sigue alcanza la vida eterna y vence a la muerte; pero aun desde el punto de vista de esta errónea interpretación, se advierte, desde luego, que no hay en dicho pasaje la menor referencia a Cristo, so pena de someterse la teología cristiana a la doctrina de la emanación, puesto que el rey sabio dice:

“Desde la eternidad fue efundida”, refiriéndose a la Sabiduría.

Por lo tanto, Cristo no sería el mismo Dios, como la teología católica supone, sino emanación de Dios como creyeron los gnósticos. De aquí que estos diesen a la palabra con el significado de ciclo o período indefinido de tiempo y además el de jerarquía espiritual. Así suelen llamar los gnósticos eterno Eon al Christos, si bien el calificativo de eterno no es aplicable a los eones, porque por eterno se entiende lo que no tiene principio ni fin, y los eones o emanaciones tienen principio, desde el instante en que adquieren individualidad, aunque hayan estado eternamente absorbidos en la Unidad. Así es que su existencia individual tuvo principio, pero no tendrá fin.

La fantasía popular transformó a las emanaciones en dioses, espíritus, ángeles y demonios, no ciertamente inmortales, sino de existencia sujeta a la duración de los ciclos, lo que prueba no sólo el motivo de identificar el eon (tiempo) con el eon (emanación espiritual), sino además el irrefutable monoteísmo de las antiguas religiones, pues de esta creencia en la finitud de los eones participaron igualmente caldeos, egipcios, induístas y budistas, que aun hoy en día la mantienen.

Según la teoría de los ciclos, las emanaciones de la causa primera viven “un día de Brahmâ”, equivalente a 14.320 millones de años terrestres. Al término de este ciclo dejarán de existir las divinidades inferiores y aun la misma Trimurti (38) y cesará el universo. Después surgirá gradualmente del pralaya (39) un nuevo universo y los hombres de la tierra podrán comprender a Swayambhuva tal cual es. Porque únicamente Swayambhuva, la Causa primera, llena de continuo el infinito espacio de su eterna gloria.

No cabe mejor prueba de la profunda reverencia que los injustamente llamados “gentiles” sentían hacia la única y suprema Causa de todas las cosas visibles e invisibles. Por otra parte, de esta antiquísima doctrina derivaron los cabalistas sus enseñanzas y en ella aprendieron los tanímes a interpretar el Génesis en sentido coincidente con las enseñanzas de los svâbhâvikas o budistas de Nepal; y como estos, creyeron en la eternidad e indestructibilidad de la materia y en muchas creaciones y destrucciones de universos que existieron antes del nuestro (40), según se infiere de este pasaje:

Así vemos que el Santo, cuyo nombre bendito sea, creó y destruyó sucesivamente varios mundos antes de crear el nuestro y al crearlo dijo: “Éste es bueno, los otros no me complacieron” (41).

Además, también coinciden cabalistas y svâbhâvikas (a quienes injustamente se les tilda de ateos) en creer que a favor del impulso inicial dado a la materia por Sephira o potestad creadora inherente a la Esencia suprema, cada ser engendra a su semejante, sin necesidad de creaciones individuales, con arreglo al tipo que le precede inmediatamente en la gradación del universo. Así lo da a entender el siguiente pasaje:

El ilimitado, incomprensible y absoluto punto surgió de sí mismo y su resplandor sirvió de vestidura a los puntos indivisibles que también se dilataron por sí mismos... De este modo todas las cosas nacieron de una perpetua agitación hasta que finalmente apareció el mundo (42).

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