Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 39

SANTO DOMINGO Y LOS DEMONIOS

Compárense, por ejemplo, las respuestas que el diablo dio a Lutero con las que dio a Santo Domingo de Guzmán, y se verá que mientras en las primeras arguye contra la misa rezada y reconviene al reformador por haber antepuesto la Virgen y los santos a Cristo, postergando así al Hijo de Dios (36), los demonios exorcizados por Santo Domingo, al ver a la Virgen que había acudido en auxilio del santo, exclaman rugientes:

¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh nuestra condenadora! ¿Por qué bajas del cielo para atormentarnos? ¿Por qué eres tan poderosa intercesora con los pecadores? ¡Oh tú, el más seguro camino del cielo!. Tú mandas, y nos vemos forzados a confesar que no se condena quien persevera en tu santa devoción (36)...

Por otra parte, Satán le dice a Lutero que había estado adorando pan y vino mientras creyó en la transubstanciación; al paso que los diablos que se aparecen a los santos, aseguran la condenación eterna de quienes tan siquiera duden de ese dogma.

Pudiéramos llenar tomos enteros con pruebas innegables de la confabulación de exorcistas y demonios, cuya verdadera naturaleza descubre el engaño; pues en vez de ser independientes y astutas entidades que sólo se ocupan en perder a los hombres, son sencillamente los elementales de los cabalistas o criaturas sin mente, pero que reflejan el pensamiento y voluntad de quienes los evocan, dominan y dirigen.

No dejaremos este asunto sin extractar de la Leyenda de Oro (38), plenamente aceptada por la Iglesia, el caso ocurrido a Santo Domingo de Guzmán, uno de los principales santos del catolicismo y fundador de la orden dominica, una de las primeras que confirmó la sede pontificia (39). Fue Domingo de Guzmán aliado y consejero del infame Simón de Montfort, general pontificio que mandaba las tropas enviadas contra los albigenses, a quienes derrotó con espantosa matanza en las cercanías de Tolosa. Dice este santo, y la Iglesia lo aprueba, que recibió de la propia mano de la Virgen un rosario de tan estupenda virtud, que operaba milagros muy superiores a los de los apóstoles y aun del mismo Jesús, ocurrió que cierto incrédulo puso en duda la eficacia del rosario dominico, y en castigo de su impiedad quedó desde luego poseído de quince mil espíritus malignos; pero compadecido el santo de los atroces sufrimientos del endemoniado, echó en olvido la injuria y determinóse a exorcizarle. De la ceremonia tomamos la siguiente plática entre el exorcista y los demonios:

Domingo.- ¿Cuántos sois y por qué os poseisteis de este hombre?

Demonios.-Somos quince mil, y le poseímos por haber hablado irreverentemente del rosario.

Dom.- ¿Por qué entrasteis tantos?

Dem.-porque el rosario de que se mofaba tiene quince decenas.

Dom.-¡Si, sí! (Los demonios hacen salir llamaradas por las narices del poseído). Sabed ¡oh cristianos! Que nunca dijo Domingo sobre el rosario ni una palabra que no fuese verdad. Sabed también que si no le creéis os sobrevendrán grandes calamidades.

Dom.-¿Quién es el hombre más aborrecido del demonio?

Dem.- Tú. (Aquí colman los demonios de cumplidos al santo).

Dom.- ¿De qué clase son la mayoría de cristianos condenados?

Dem.- Tenemos en el infierno mercaderes, prestamistas, usureros, judíos, boticarios, tenderos, etc.

Dom.- ¿Hay frailes y sacerdotes en el infierno?

Dem.- Sacerdotes muchos; pero frailes tan sólo los que quebrantaron la regla de su orden.

Dom.- ¿Hay dominicos?

Dem.- Desgraciadamente no tenemos todavía ninguno, pero esperamos una buena partida en cuanto se les entibie algún tanto la devoción (40).

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