Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 118

ALEGORÍAS APOCALÍPTICAS

Dice el Evangelista:

Y vuelto, vi siete candelabros de oro. Y en medio de los siete candelabros de oro, a uno semejante al Hijo del Hombre... y su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana blanca y como nieve y sus ojos como llama de fuego. Y sus pies semejantes a latón fino cuando está en un horno ardiente (90).

Aquí repite el apóstol cabalista las palabras de Ezequiel y Daniel:

Y sobre el firmamento... había una semejanza de trono... y encima una semejanza como aspecto de hombre. Y vi como apariencia de electro, a manera de aspecto de fuego (91).

Y sentóse el Anciano de los Días. Su vestidura blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como lana limpia, su trono de llama de fuego... (92).

Las visiones apocalípticas derivan de la Cabeza blanca en que según el Zohar se resume unitariamente la trinidad cabalística y que “encubre el espíritu en su cráneo” circuido de sutilísimo fuego. La “figura de hombre” a que alude Daniel equivale al Adam Kadmon a cuyo través pasa el hilo de luz representado por el fuego. Fetahil, la tercera vida de la Trinidad primaria, es el Vir novisimus a quien el evangelista Juan ve “que tenía en su diestra siete estrellas en medio de siete candelabros de oro” (93).

Obediente a la voluntad de su Padre el supremo Eón de siete cetros y siete genios (94), se coloca Fetahil en el más alto lugar para servir de agente a su Padre en la creación del universo visible (95) y permanece “brillando en la vestidura del Señor resplandeciente por obra de los genios” (96). Es Fetahil el Hijo del Padre (Vida) y de la Madre (Luz) (97).

Según San Juan:

En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres (98).

Según San Pablo:

... Dios lo creó todo por Jesucristo (99).

Según el Codex, el Padre de toda vida exclama:

Levántate ¡oh Primogénito!, ve y ordena todas las criaturas (100).

Análogamente dice Cristo:

Así como el Padre viviente me ha enviado, así Dios envió a su Hijo unigénito para darnos vida (101).

Por otra parte, según los nazarenos, Fetahil reasciende al seno del Padre luego de terminada su obra (102) y esto mismo confirma Jesús al decir:

... porque yo voy al Padre (103).

En contra de la errónea interpretación de la teología cristiana que identifica a Jehovah con el Padre mencionado en el Nuevo Testamento, aduciremos que cuando Jesús habla del Padre que está en secreto seguramente no dijera tal si hubiese aludido al Jehovah bíblico que se apareció primero a los patriarcas, luego a Moisés y por último a todos los ancianos de Israel (104). Cuando Jesús dice que el templo es la “casa de su Padre” y que pudiera destruirlo y reedificarlo en tres días, no se refiere a la fábrica arquitectónica de sillería, sino al cuerpo físico que según el sabio cabalista Salomón es en todo hombre el templo de Dios, es decir, de su individual espíritu.

Análogas expresiones a la de “el Padre que está en el secreto” aparecen en la Kábala, el Codex y otras Escrituras, según vemos en los siguientes pasajes:

Nadie ha visto la Sabiduría oculta en el cráneo ni nadie ha contemplado el Abismo (105).

Además, la Kábala dice:

El Hijo del oculto Padre, que mora en luz y gloria, es el Ungido (Seir-Anpin) que sintetiza en sí los diez Sephirotes. Es el Christos, el Hombre celeste por cuya mediación creó el Espíritu de Dios todas las cosas (Efesios III, 9) y produjo los cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra.

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